Los rostros del mal
Vivir gobernados por la calamidad,
su rostro maléfico
se puede ver y escuchar con miedo a
los ciudadanos que vuelan a las calles,
por esos lugares se hace
la ciudadanía.
Tienen que sacar la metralla
para acribillar a la libertad
y van mutilando la esperanza.
Los dignatarios, desde su cúpula
situada en las torres, taladran
al viento que trae la libertad.
Lanzan de lo más alto a sus victimas.
Graban en las paredes con su fusil
el aspecto del mal.
En la casa del Junquito se pueden ver
sus huellas, para que los hijos
prodigiosos de los ciudadanos
no vuelvan a la colina hablar de amor.
En el atardecer vuelven los maléficos
con luz de gasolina y mechas van quemando
las casas donde se reúnen los dirigentes
de los ciudadanos para
quemar anhelos.
El sol inexorable de la libertad
va bañando los sueños
y la sed de amor y esperanza
de los ciudadanos volverá a las calles
ya no con escudos y capuchas,
hoy van cantando viejas canciones
que escuchan en la universidades.
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